En los Países Catalanes, la mona es el regalo tradicional que un padrino hace a su ahijado -y en algunas comarcas los abuelos o los padres a sus nietos e hijos- el día de la Pascua de Resurrección. Se trata de un pastel que fecha del siglo XV que contiene pan adobado con aceite, huevos y azúcar. Su particularidad reside en el adornado con un huevo entero, duro y sin pelar. A lo largo de la historia, los pasteleros y panaderos se apropiaron de la receta y a partir del siglo XIX empezaron a comerciar con este dulce, para que finalmente la mona se acabara consolidado como una de las grandes tradiciones gastronómicas catalanas.
Historia de la mona
A mediados del siglo XX, más específicamente en los años treinta, aparecen las primeras monas de chocolate y crocante que dieron lugar a la mona tal y como la entendemos en la actualidad. A día de hoy tanto la presentación como los ingredientes que conforman la receta son muy variados.
La mona tradicional, hecha de huevos, consiste en una pasta de brioche que presenta la forma de un roscón redondo con un agujero en medio, en el que se ponen uno o más huevos duros enteros. Sin embargo, las monas modernas son hechas de bizcocho con crema de mantequilla y otras materias primas, además que suele abundar el chocolate y presentan una gran diversidad de formas y sabores. Cada vez más, van acompañadas de figuritas diversas que representan los personajes más populares entre el público infantil, y cabe destacar que estas figuras han acabado por sustituir la tradicional torta de huevos.
Si bien el día tradicional del consumo de la Mona es el Domingo de Resurrección, lo cierto es que se consumen más por Lunes de Pascua, que es festivo. Las preferencias por los tipos de mona varían según los gustos de cada uno, aunque, naturalmente, los principales consumidores de este pastel son los niños.
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